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Tras la huella del arquitecto javeriano Martín Corrales

Tras la huella del arquitecto javeriano Martín Corrales
Karen Daniela Ferrín

Creado por: Lola Ferrin

Martín Corrales no se imaginaba que su primer proyecto como arquitecto sería en medio del silencio pandémico, sin familia en la ceremonia de grado, pero con la certeza de que había algo grande por empezar. 

Tras terminar sus estudios en la Javeriana Cali, y con un contrato por obra en Construcdes, Martín trabajó en una IPS de Sanitas desde la etapa de estructura hasta la entrega. Al final se terminó ejerciendo como residente de obra. Esa experiencia le mostró la rigurosidad del trabajo en obra, el peso del tiempo y las decisiones que cuestan dinero. Pero también le dejó claro algo, quería probar el diseño.

Lo que vino después fue casi profético. Recordó que uno de sus profesores en la universidad, Gustavo Salomón, les decía que “el primer cliente siempre será un familiar. La cocina, el baño, lo que sea”. Y así fue. Su mamá se convirtió en su primera clienta. Compró un apartamento con distribución difícil, con una habitación sin ventana. 

El proyecto fue su laboratorio personal. Remodeló los 120 metros cuadrados, cambió la distribución, ejecutó la obra y el resultado fue tan notable que otros dos apartamentos en el mismo edificio fueron intervenidos con su mismo diseño. “Ahí empecé yo con el sueño de MACO, que es hoy en día mi empresa”.

La vivienda parecía su camino. Proyectos de home office, apartamentos pequeños, detalles personalizados. Pero pronto entendió que la repetición de espacios lo limitaba. “Me di cuenta de que la composición es la misma. Uno puede volar con colores, materiales… pero el comedor, la sala, el baño, la cocina… siempre están”. Empezó entonces a buscar otros escenarios.

Una bodega en Rozo lo introdujo al mundo industrial. “Nunca había tocado una bodega, pero estructuralmente es muy sencillo. Una caja vacía. Sin miedo al éxito le dije al cliente ‘sí, hagámosle’”. Así llegó su primera bodega, luego una segunda. Después, una casa finca en el Kilómetro 18 con pesebreras, áreas para caballos y un concepto completamente distinto. “Fue un proyecto muy interesante. Abrió la puerta al diseño explorativo, y también al desarrollo de obra”.

Sin planearlo, su carrera se convirtió en un constante salto entre formatos y disciplinas. Vivienda, industrial, rural, y luego, proyectos internacionales. Una amiga en el exterior lo conectó con clientes en Florida, donde diseñó fachadas para cinco casas y más adelante un supermercado y una cafetería. “Nunca había trabajado con pies-pulgadas, el sistema métrico de allá, ni con sus normativas. Me tocó estudiar, literalmente”.

El crecimiento fue rápido, pero no sin tropiezos. “Cuando decidí emprender, dije ‘listo, tengo mi tiempo, soy mi propio jefe’. Pero al final es muy difícil y hay que tener mucha paciencia”. Al frente de MACO ARCHSTUDIO, Martín no solo diseña. También negocia, cotiza, sirve café, compra materiales, lidera obra. “Uno se vuelve el ayudante del maestro, el diseñador del cliente, el que cotiza, el todo”.

La presión no tardó en llegar. “Tuve una crisis, como de un mes larguito sin trabajo. Me pregunté si era bueno en lo que hacía”. Pero sacó fuerzas para seguir, se sumergió en redes sociales, diseñó su manual de marca y mantuvo el deseo de que MACO creciera. “Lo que más me gusta es tratar con el cliente. Entender qué busca, cómo lo busca, cómo habita el espacio”.

Ese contacto cercano, confiesa, es su sello como arquitecto javeriano. “En tanta competencia se pierde el humanismo. Pero uno no puede pasar por encima de alguien porque lo hizo bien o lo hizo mal”. Afirma que el trato humano está por encima de todo: con clientes, proveedores, trabajadores. “He tenido chicharrones en los que el error ha sido del contratista, y ahí es donde sale el lado humano a relucir. Es cómo se dicen las cosas”.

El paso por la universidad le dejó mucho más que conocimiento técnico. “El taller vertical, por ejemplo, te obliga a hablar con gente que no conoces, a trabajar con otros. Así es la vida real. Esa exigencia, esa presión académica… uno se quejaba, pero hoy entiendo que todo eso me preparó para el mundo laboral”. Incluso la Copa Magis le ayudó a hacer contactos de distintas carreras. “Uno no cree, pero termina necesitando al administrador, al abogado, al industrial. A mí me ha pasado”.

Hoy, MACO ha cruzado fronteras. Con siete proyectos diseñados en Estados Unidos, uno en marcha en el aeropuerto internacional de Lima y la ejecución de oficinas, casas y locales en Cali, Martín aún no se quiere cerrar a un nicho. “Todavía hay mucha arquitectura por explorar. La arquitectura le abre a uno los ojos a cosas que uno normalmente no tiene en cuenta”.

Dice que le motiva el hambre de seguir aprendiendo, de lanzarse sin miedo. “Si yo hubiera tenido miedo al primer apartamento, a la casa, a la bodega, no habría conocido todo esto. La exigencia está, claro, pero también la oportunidad de dejar algo construido. Literalmente”.

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